Es impresionante darse cuenta que a uno lo tienen a monte con lo de la especulación todos los días y tú ni pendiente, sigues jodiendo con el que atiende en la panadería que te clavó el cachito a 5 bolos fuertes y la cosa no termina allí. Se hace presente en el kiosco de la universidad o en el que queda al lado del trabajo que te cobró 1.5 bolos fuertes por un paquete de papitas, cuando la bolsa marca 0,9.  Esta irregularidad no es sólo con los alimentos sino también con la ropa. Cualquier camisetita te sale en más de 100 bolos papeados y ¿los taxistas? ¡esos sí que se pasan! Un día te cobran 25 fuertes desde la Rómulo Gallegos a La Urbina y al día siguiente te cobran 20 (a mi me pasó). Lo peor de todo este cuento es que uno paga y no pasa nada. Lo máximo que uno hace es “¡centellas que caro!”, pelando los ojos como buey asustado, pero todo queda allí pues sacas tu tarjeta y adiós ahorros.

Si nos paseamos por las calles de Caracas encontramos muchísimos personajes variopintos que juegan todos los días a clavarte (ojo con el significado que le das a esta dual palabra en esta oración) para poder sobrevivir en esta locura de ciudad: por supuesto, me refiero a los comerciantes.

Lorena Cecinato
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